EL GRAN CAPITÁN
“No puedo vivir sin Claypole. Es parte de mi”, así se refirió el ídolo a su amado club. “Soy feliz, ojalá pueda jugar toda la vida”, sostuvo.
Por Diego Santa Cruz
Nació hace 32 años. Hace diez trabaja en la delegación municipal de Quilmes Oeste y tiene una pizzería familiar en Solano. Pero no es uno más, él es el referente e ídolo de los hinchas de Claypole.
Comenzó a jugar al fútbol a los cuatro y de chico pasó por las canchitas del Nápoli y de Los Eucaliptus, el club de su barrio. “No era bueno, siempre me mandaban al arco”, afirma entre risas. Siguió intentando, siempre de la mano de su abuela, que lo acompañó durante mucho tiempo.
Escaló a los campos de 11, pasó por Ligas Metropolitanas, inferiores en Argentino de Quilmes, Defensa y Justicia, hasta que volvió al primer amor… Claypole. Nunca descuidó los estudios. Con mucho esfuerzo, logró terminar el profesorado de educación física.
Acostumbrado a los desafíos, hace 12 años defiende la camiseta del “Tambero”. “Ser un jugador de la D es muy difícil y sacrificado. Hay mucho sufrimiento. Solemos tener problemas con el trabajo para poder ir a jugar un partido”.
Hoy, con más de 200 partidos en la espalda, llega a entrenar 08:30. Al mediodía corre hasta su trabajo, y a la tarde, come algo y sale apurado para el negocio familiar; la Pizzería Kapanga. ¿Por qué ese nombre? El fanatismo hacia la banda quilmeña comenzó cuando era muy joven. En Carlos Paz, donde se fue de viaje de egresado más precisamente.
Más “Kapanguero” que nadie, se siente identificado por la rebeldía de las letras de las canciones, porque defiende a los más necesitados, y porque entiende que hay que disfrutar la vida como si fuera el último día. La banda del “Mono” le inculcó que nunca hay que rendirse. Casi como Claypole, que le ha enseñado que “Mientras más difícil sea el momento, más fuerte van a ser las ganas para salir adelante”.
En más de una ocasión pensó en dejarlo todo, porque el fútbol es muy duro y tiene más momentos tristes que felices. Con la cabeza en alto, siempre se tomó un segundo más, como en la cancha, y se apoyó en susseres queridos. Primero en la abuela, que ya no está. Ahora en el padre que lo va a ver como si siguiera teniendo 18 años, y su pareja. Ellos ayudaron a digerir la angustia y seguir con su sueño.
En 12 intensas temporadas vivió muchas situaciones, pero hay una que le quedó grabada en la mente. Es una anécdota que pocos saben, y que se atreve a contar para agradecer la atención.
“Le habíamos ganado a San Martín de Burzaco en la semifinal del reducido y nos fuimos a festejar a la sede”, comenzó. “Tomé un poco demasiado de mas”, siguió entre risas. “Los muchachos de Horizonte, de la hinchada, me llevaron hasta mi casa porque estaba un poco feliz”, soltó el capitán.
Con mucho hilo en el carretel, siendo uno de los mejores de la divisional en su puesto, no deja de planear su vida cuando ya no esté más dentro de las canchas. Que va a seguir ligado a Claypole, es algo que no hace falta aclarar, si sólo 15 cuadras separan a su casa del Rodolfo Capocasa. ¿Qué tiene planeado? Él mismo lo reconoce. “En un futuro me gustaría ser Presidente de la institución”.
Es ídolo, capitán, referente y está tan identificado con el club que sin decir su nombre y apellido en ningún momento, todos saben de quien se trata. Gracias Matías.